Hace una década, los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 estuvieron marcados por la censura de Internet en China, pero apenas un año después, el Congreso del Comité Olímpico Internacional (COI) ya vislumbraba la necesidad de una dirección más interactiva en el mundo digital.
Desde entonces, el COI ha dado un giro significativo hacia las redes sociales. Con casi 3 millones de seguidores en Facebook y 870.000 en Twitter, la organización reconoce el poder y la importancia de estas plataformas para conectar con aficionados de todo el mundo.
Sin embargo, este acercamiento no está exento de restricciones. El COI ha establecido un reglamento estricto que prohíbe a los participantes de los Juegos compartir cierto tipo de contenido en sus perfiles en redes sociales. Desde mantener un tono apropiado hasta limitar la publicación de videos, las reglas son claras: cualquier "infracción" puede resultar en sanciones e incluso en la expulsión.
El caso de Stephanie Rice, la doble campeona olímpica de natación australiana, es un recordatorio de las consecuencias que pueden surgir por un mal uso de las redes sociales durante los Juegos. Un tuit considerado "efusivo y fuera de lugar" le costó patrocinadores y contratos, demostrando la importancia de seguir las directrices del COI.
Para evitar controversias, el COI ha implementado un sistema de control a través del sitio web www.olympicgamesmonitoring.com, canalizando las expresiones de los deportistas a través de las cuentas oficiales de sus respectivos Comités Olímpicos Nacionales.
Esta medida, aunque busca respaldar los comentarios de los atletas, también otorga al COI un control más completo sobre las redes sociales durante los Juegos.
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